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Postulados del darwinismo: su aplicación al futuro de la especie veterinaria

Confieso que no creo en la astrología ni en  las artes adivinatorias. No me gustan y nunca han sido mi fuerte. Aquellos que nos basamos en el libre albedrío, es decir, en la libertad de obrar por reflexión y elección, tan sólo podemos admitir que el destino nunca está escrito, sino que lo fraguamos nosotros mismos con nuestros aciertos y nuestros errores. Por tanto, no me considero capaz de señalar camino alguno para  una profesión como la nuestra. Lo que está por venir en la Veterinaria, su evolución, será, sin duda, el resultado de muchas voluntades y modos de ser. En consecuencia, todo lo que voy a hacer es aportar una opinión personal, sincera, eso sí, pero tan válida o equivocada como cualquier otra. 

La preocupación por el porvenir es inherente a la condición humana. Lo que aún no ha sucedido nos intriga y atrae, pero también nos inquieta. Hacemos conjeturas, cálculos, teorías, especulaciones, cábalas sobre la base del conocimiento del presente; tenemos obsesión por hacer previsible lo incierto. Hablar de futuro es tener ciertas expectativas sobre lo que va a venir, lo que implica disconformidad con el presente y ganas de modificarlo, y  reconocer implícitamente que  nuestro presente no es permanente, sino que muda, cambia, evoluciona.

Luego, si el futuro implica evolución, nada mejor que recordar las ideas de Darwin para hablar de la “especie veterinaria”, sin ninguna pretensión sociobiológica ni de respaldo de  darwinismo social, sino para, con comparaciones y metáforas, hacer más comprensible el texto. Además, si a Darwin el trabajo de un clérigo anglicano experto en economía y  fundador de la  demografía (“el ensayo sobre el principio de la población” de Thomas Malthus) le dio el argumento que necesitaba para explicar el mecanismo de la selección natural,  no parece descabellado que, en sentido inverso, algunos postulados y conceptos de la teoría evolutiva sirvan para ayudarnos a entender nuestro futuro profesional como especie veterinaria.

Veamos primero como es la especie a la que pertenecemos: La carrera de veterinaria no es fácil, hay que estudiar mucho. Actualmente la integran aproximadamente un 60% de hombres y un 40% mujeres, con tendencia al equilibrio de sexos.

De todos los profesionales que ejercen, con una edad media en torno a cuarenta años, un tercio trabaja en el sector público (funcionarios y laborales) y dos tercios en el sector privado, (50% empleados, 50% profesionales autónomos).

Cuando se les consulta, los veterinarios suelen tener una baja estima de su profesión. Nunca he entendido porqué.

Trabajan en múltiples campos: clínica de pequeños animales (33,4%), sanidad y ganadería (15,1%), salud pública (12,9%), industria de producción ganadera y  alimentaria, farmacéutica y de piensos, cooperativas, docencia e investigación, etc.

Perciben como problemas de la profesión el elevado número de profesionales y de nuevos licenciados cada año (42,6), un escaso reconocimiento social (32,8), la poca presencia en órganos de decisión (25,2), carencias en la formación (25,1), y algunos otros problemas, pero en menor cuantía (escasa especialización, intrusismo de otras profesiones, competencia desleal entre veterinarios, limitada formación de postgrado, etc.).

 

 LOS  5 POSTULADOS DEL DARWINISMO: SU APLICACIÓN A LA ESPECIE VETERINARIA

Consideremos, pues, a la veterinaria como una especie profesional que surge a partir de una formación académica en una facultad universitaria y que se desenvuelve en un ecosistema social en el que conviven multitud de especies, tantas como profesiones, oficios y cometidos existen en la sociedad. Y recordemos también que, dentro del sistema educativo, son especialmente las universidades las principales unidades reproductoras de las distintas especies profesionales.

Veamos ahora qué mensajes podemos extraer para nuestra profesión del análisis de los cinco postulados sobre los que se basa el evolucionismo darwiniano:

 

1º.-  EL CAMBIO PERPETUO: el mundo cambia continuamente, y, con él, sus organismos.

En efecto, los cambios del mundo afectaron, afectan y afectarán a la especie veterinaria, hasta el punto de que los veterinarios, tal y como somos hoy, no hemos existido siempre, sino que, en términos histórico-evolutivos somos, por así decirlo, una especie reciente, (desde la creación de la primera escuela de veterinaria en Lyon en 1762; la subespecie española comienza con la   escuela veterinaria de Madrid en 1792 ) descendiente de los albéitares, de poco más de 200 años, aunque tengamos  mucha historia detrás y un árbol filogenético dilatado. La mejor adaptación, (no sólo por formación, sino por dar mejor respuesta a las necesidades del entorno) de la especie veterinaria fue la razón por la que, después de un periodo de lucha por la supervivencia entre ambas,  nuestra especie desplazó y absorbió al albéitar.

Recordemos también que, aunque no lo notemos, seguimos cambiando, y, con nosotros, también evolucionan otras especies profesionales. Con el tiempo, es probable que se produzcan, (de hecho algunas ya están aquí) otros ecotipos, subespecies o especies  profesionales, bien dentro de nuestra misma profesión, o bien fuera de ella. También es posible que otras desaparezcan por inadaptación, como ocurrió con los albéitares. 

A nosotros, si somos  inteligentes y no cometemos errores, nos queda mucho tiempo de supervivencia adaptativa  ante el cambio perpetuo.

 

2º.- ORIGEN COMÚN: cada grupo de organismos  procede de un antecesor común; por lo tanto, existe un antecesor común de todos. 

A partir del conocimiento de las enfermedades y los cuidados de  los animales,  acumulado durante siglos en diferentes culturas y regiones (griegos, romanos, árabes)  surgió, poco a poco, la especie veterinaria. Antes de ella, ha habido una sucesión de profesiones y oficios, es decir, especies distintas cuyo saber surge, sin ir más allá, de los sabios griegos. De ellos beben sus fuentes, en realidad, todas las profesiones. 

Este fenómeno de especiación a partir de un ancestro común, (el modelo integral que representaba el sabio polifacético griego, el que sabía un poco de todo),  resulta un tanto curioso. Como, a pesar de lo que  se dice, el saber ocupa lugar, desde entonces el hombre ha venido troceando el mundo en parcelas de saber cada vez más pequeñas. Surge así el especialista, es decir, la especie que sabe mucho de casi nada, la que desempeña funciones muy concretas en el ecosistema social. Así, vivimos en un mundo cada vez más fragmentado por especialidades (muchas veces sin conexión entre ellas), los sabios escasean y muchos añoramos respuestas integrales  a problemas o realidades complejas y completas.

¿Qué significa esto?: pues que hoy nuestra especie es distinta. Somos fundamentalmente, porque así lo hemos reflejado en nuestro programa de estudios universitarios, especialistas en animales. Es verdad que tenemos otro nivel,  ya no somos pastores especializados, ni hipiatras, ni buiatras, ni albéitares. Pero tampoco somos sabios. Tenemos conocimientos mucho más profundos y especializados, sí. Pero como especie nos estamos olvidando de lo esencial de nuestros ancestros, los sabios: la amplitud de miras, la búsqueda permanente, la inquietud por conocer y colonizar, la curiosidad de descubrir, la capacidad para emprender, la pasión por  saber y por hacer, y hacerlo bien, y el orgullo de ser. Todos estos aspectos, bien ejercidos, son  ingredientes adaptativos muy interesantes, tanto para los individuos como para la especie profesional a la que pertenecen. Estos valores, y algunos otros más, conducen a abrir horizontes profesionales, a conquistar nuevas funciones (nichos), sin complejos, con seguridad, en sana competencia con otras profesiones, sin ensimismarnos, sin confiarnos en que la presunta sabiduría  profesional  acreditada únicamente con la celulosa de un diploma vaya a proporcionar éxito adaptativo. Van pasado los tiempos en los que las competencias profesionales se consagraban a golpe de boletín. Hoy, o vales, trabajas y te esfuerzas, o estás fuera. No es cuestión de papeles ni de títulos, sino de conocimiento y pericia demostrables.  

¿Cuáles son los nichos tradicionales de la especie veterinaria?: sanidad animal, control de zoonosis, seguridad alimentaria, salud pública, agricultura y zootecnia, medio ambiente y fauna salvaje.

¿Cuáles son los nichos de futuro?: muchos, todos los que están en nuestras fronteras de competencia profesional, por ejemplo comercio exterior, agroalimentación en sentido amplio, gestión integral de actividades (grandes explotaciones agropecuarias, cooperativas, industrias alimentarias, etc.), biotecnología, investigación y desarrollo de productos y técnicas de producción, bienestar animal, terapias  de salud con animales, coordinación de equipos multidisciplinares para prestación de servicios  en medio ambiente, industria farmacéutica y genómica, etc. Somos gestores  de riesgos sanitarios (enf. emergentes) y de ecosistemas productivos y sostenibles (hambre mundial).

Creo que una especie veterinaria que sepa equilibrar la especialización y la sabiduría acertará más y mejor que si se ensimisma mirándose el ombligo. El grado debería ser más amplio y menos profundo, para formar autodidactas que tengan mejor perspectiva al tomar, libre y responsablemente, sus decisiones de futuro. No es bueno crear especialistas antes de tiempo. Con la especialización prematura se teledirigen, se predestinan organismos productivos, no personas. La especialización es una decisión personal libre, y por eso ha de ser en postgrado y durante toda la vida, ajustada a  las verdaderas necesidades del mercado y a los proyectos de cada uno. Creo que este enfoque favorecería más la versatilidad del profesional para adaptarse a un mundo cambiante, competitivo e impredecible. Y, por supuesto, generaría abundante variación en la especie veterinaria.

 

3º.- LA ESPECIACIÓN, que explica cómo se genera la enorme diversidad de especies por medio de la variación.

Vivimos hoy en una sociedad de consumo. Los ecosistemas sociales actuales, cada vez más complejos y en cambio permanente, demandan  nuevos bienes y servicios, públicos o privados que, a su vez, son ofertados por distintas especies profesionales al adaptar sus características a las necesidades sociales y exigencias de cada momento. Si, en términos de utilidad y buen servicio prestado, una especie satisface la necesidad manifestada, la función queda cubierta y la especie se establece en el nuevo nicho funcional. Si una de las  especies preexistentes no es hábil para  cubrir estas necesidades o las abandona, estas funciones, de una u otra forma, son suplidas por otra y reducen así las posibilidades de la especie pusilánime y descuidada.

En consecuencia, aquella especie que propicie la generación de más variación será más flexible a la hora de adaptarse a los cambios, tendrá más oportunidades de ocupar distintos hábitats y funciones y, por tanto, de sobrevivir.

Los veterinarios hemos tenido siempre buena capacidad adaptativa  por generar abundante variación, en muchas ocasiones obligados por las circunstancias. Recordemos la plétora de veterinarios en los años 50 y 60 del siglo pasado y su dispersión hacia nuevos y  diferentes hábitats profesionales. Académicamente hablando, recordemos también las ramas médica,  de producciones y de higiene de los alimentos que existían en las antiguas facultades. Sin embargo, hoy la formación es fundamentalmente médica,  eso sí, muy intensa, profunda e impartida en el triple de facultades de veterinaria que había hace 30 años. Al mismo tiempo, sumadas a las carreras tradicionales, como consecuencia del plan BOLONIA, han aparecido nuevas especies (grados) que compiten en similares hábitats  y usan parecidos nichos ecológicos que los veterinarios: ciencia y tecnología de los alimentos,  biotecnología,  ingeniería agroalimentaria y agroambiental,  ciencias ambientales, etc.

Asistimos pues a un proceso artificial, no natural,  de especiación  profesional y a un excesivo número de facultades de veterinaria en España con una formación académica homogénea, circunscrita al ámbito médico. Parafraseando el principal argumento de Malthus, ambas cuestiones nos llevan a la siguiente conclusión: si la población de especies profesionales está creciendo en progresión geométrica, como también lo hace el número de nuevos veterinarios que salen de las facultades, (con una formación que proporciona poca variación)   y los recursos a nuevos y tradicionales empleos son limitados (sólo en progresión aritmética) la competencia intra e interespecífica va a ser atroz en los próximos años. 

Nos estamos enfrentando ya  a  una plétora de grandes e impredecibles repercusiones. La crisis general que vivimos la agravará, pero las causas fundamentales que la producen son otras.

Será la hora de los más valientes y más aptos, dicho en términos evolutivos. Aunque, sin duda, como especie sobreviviremos, el impacto en los niveles personales puede ser muy acusado si no sabemos encajarlo bien.

 

4º.- EL GRADUALISMO, que propone, como premisa para la aparición de especies, cambios pequeños, graduales y acumulativos en las poblaciones.

Hay muchos ejemplos de modificaciones del ecosistema social que han afectado a la especie veterinaria y la han obligado a seleccionar aquellos cambios que mejor se adaptan a nuevos entornos o circunstancias:  la disminución de la población en el  medio rural, la reestructuración de sectores ganaderos en unidades mejor dimensionadas, modificación de los  hábitos de consumo alimentario de la población, el desarrollo de la industria alimentaria y sus nuevas necesidades, las psicosis generadas por las enfermedades emergentes, la preocupación por el medio ambiente y el bienestar animal, el incremento del número de animales de compañía….

Ahora bien, para que un cambio producido en un profesional beneficie a la especie, debe poder ser heredable, transmisible, y, de esta forma, acumularse en el conjunto de la población. En caso contrario, nace y muere con el profesional, por muy adaptativo que sea el cambio producido para el individuo. 

Por eso, la universidad, madre reproductora de la especie, debería estar muy atenta con el mundo exterior en el que actúan sus profesionales hijos para detectar e incorporar a los contenidos formativos académicos aquellos cambios producidos en determinados individuos de la especie( sobretodo de aquellos ubicados en nichos ecológicos frontera, que los hay, y muchos), o demandados por los sectores de actividad, que puedan suponer una mejora específica: experiencia práctica, conocimiento aplicado, innovaciones para dar respuesta a necesidades de mercado, etc. Y hacer todo esto de manera flexible y ágil, huyendo de lo accesorio y superfluo, centrándose en lo útil e integrando a estos profesionales destacados en los equipos académicos para que los nuevos enfoques sean amplificados en las siguientes generaciones de profesionales, en virtud de una formación de postgrado y continua cada vez más eficaz.

 

5º.- LA SELECCIÓN NATURAL, que es el mecanismo de reproducción diferencial que favorece a los mejor adaptados.

Esta es la principal aportación de Darwin a la doctrina evolucionista. Para el caso que nos ocupa, viene a decir que aquellas especies que incorporan en las siguientes generaciones  las mejoras adaptativas originadas en determinados individuos de su población, tienen más posibilidades de subsistir en un ecosistema competitivo y hostil.

La presión  con que se ejerce esta selección natural  es tanto mayor cuantos más individuos de la misma especie, y de diferentes especies, compitan por los recursos limitados.

Por tanto, un exceso de oferta de profesionales derivado de un elevado número de facultades de veterinaria, combinado con cantidades también elevadas de otras profesiones, tradicionales y nuevas, que pugnan por los mismos nichos laborales, configuran un paisaje  de feroz competencia en  el que solo los más adaptados sobrevivirán. 

A todo esto tenemos que añadir la más que  previsible reducción futura en unos casos, o saturación en otros, de nichos y hábitats tradicionales de ocupación veterinaria (por ejemplo: las administraciones públicas o la clínica de pequeños animales). 

En resumen: sea por la competencia dentro y fuera de la especie, sea por los cambios en los espacios habituales de ocupación, la selección natural  se nos aparece como una cruda pero inexorable realidad.

Frente a esto, podemos hacer algunas cosas: la primera, no trabajar en solitario, ni entre nosotros ni con otras profesiones. Hay veces que la colaboración, la unidad,  es mejor que la competencia fratricida, y esto también vale de cara a otras profesiones  que padecen problemas similares. Por tanto, la respuesta multidisciplinar ante la resolución de problemas no solo es una buena forma de prestar servicios, sino también una manera de mitigar, aunque sólo sea en parte, los efectos de la selección natural.

Otra cuestión que podemos hacer, reiteradamente sugerida en este escrito, es trabajar más, formativa y prácticamente hablando, en  clave de fronteras profesionales, generar abundante variación, pues lo genuino de una profesión es difícilmente cuestionable. Recordemos que el mayor problema del lince ibérico o del oso panda, lo que les ha hecho pasar al estatus de especies protegidas, es su alto grado de hiperespecialización: uno, dependiente del conejo; el otro, del bambú.¿ Queremos los veterinarios terminar siendo una especie protegida en el siglo XXI?.

Y por supuesto, hacer ver al ecosistema social, (situándonos estratégicamente mejor, participando en los niveles de decisión y “vendiendo” mejor nuestro producto) que esta especie veterinaria que tanto queremos es mucho más que un sanador de animales, viene demostrándolo en múltiples campos y está en condiciones de prestar servicios aún mayores a la sociedad.

 

Bien, termino ya con una cita del siglo XVII que quizás contenga buena parte de la intención pretendida en este documento:

“Poco de todo. Dado que no se puede ser universal sabiendo todo lo que se puede saber acerca de todo, conviene saber un poco de todo. Ya que es mucho más hermoso saber algo de todo que saberlo todo de una sola cosa; esta universalidad es la más bella. Si se pudieran tener las dos, mejor aún, pero si hay que elegir conviene elegir ésta, y el mundo lo sabe y lo hace, porque el mundo con frecuencia es buen juez”. BLAISE PASCAL. PENSAMIENTOS (publicados en 1670, ocho años después de la muerte de su autor).

Como se puede comprobar, Darwin y Pascal ya lo dijeron mucho mejor. Tengamos en cuenta sus reflexiones.

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