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Orígenes

1. El nacimiento de la Veterinaria en España

La profesión veterinaria es tan antigua como la humanidad, pues ya en el Código de Hammurabi (2000 años antes de Cristo) se encuentran observaciones sobre el cuidado de los animales con una especial referencia a los "médicos de bueyes" y en el antiguo Egipto, Grecia y la India, se diferenciaban ya las especialidades de hipiátrica, buiátrica y cinoátrica, para referirse a los cuidados de caballos, vacas y perros respectivamente. 
 

Desde finales de la Edad Media y hasta el siglo XVIII, los expertos en cuidar a los animales fueron los albéitares, palabra derivada del árabe (b´aitar: caballomédico).


En España, desde finales de la Edad Media y hasta el siglo XVIII, los expertos en cuidar a los animales fueron los albéitares, palabra derivada del árabe (b´aitar: caballo-médico), que se encuentra por primera vez en el Libro de las Siete Partidas, y junto a ellos los veterinarios castrenses, encargados de los animales de los ejércitos, que se denominaban “mariscal” en Aragón y “menescal” en Cataluña.

En 1298 se crea en el Reino de Valencia la primera cofradía de Menescales de España, la Cofradía de Menescals, ferrers y argenters, bajo la advocación de San Eloy, cuyo altar aun se conserva en la Iglesia de San Agustin de la ciudad de Valencia.

 

En la España árabe sus albéitares rayaron a gran altura, acordes con el movimiento científico de primera magnitud de la Córdoba califal, con figuras tan importantes como Avicena, Averroes, el judío Maymónides, y especialmente Ibn al Awan, el más importante agrarista de todos los tiempos. La Córdoba de entonces era el primer Centro mundial en agronomía, medicina y albeitería.

Hasta el siglo XV la licencia para el ejercicio de la veterinaria era responsabilidad de los Gremios profesionales, pero en el año 1500 los Reyes Católicos, siguiendo el antecedente que ya se había establecido unos años antes (en 1477) para la medicina, con el Tribunal del Protomedicato, promulgaron una pragmática en virtud de la cual se establecía, como requisito indispensable para ejercer la albeitería , el haber superado los correspondientes exámenes ante el Tribunal de Protoalbeiterato, cuyos miembros eran designados por los Reyes, generalmente entre los mariscales y menescales y herradores de las caballerizas reales.

Desgraciadamente el Tribunal del Protoalbeiterato no se constituyó en Facultad de Albeitería, que habría adelantado en 250 años el nacimiento de las Escuelas de Veterinaria.

Sin embargo, hay que destacar cómo, desde su origen, la Veterinaria se ha mantenido a la vanguardia del desarrollo y en ello han influido dos hechos fundamentales: la actividad del Ejército y la labor de las Escuelas de Veterinaria.

Ya hemos visto el papel de la veterinaria castrense en los Tribunales del Protoalbeiterato, pero además los primeros centros formadores de veterinarios fueron estrictamente militares, y es de ellos desde donde se pasó a las Escuelas y finalmente a las Facultades de Veterinaria.

2. La creación de las Escuelas de Veterinaria y su influencia en el desarrollo de la profesión
 

En 1792 se crea en Madrid la Real Escuela Veterinaria, el primer centro de enseñanza veterinaria, dependiente del Ramo de Guerra y con un profesorado formado a base de mariscales del Ejército.

Fue en Francia donde se creó la primera Escuela de Veterinaria en Lyon en 1761 y siguiendo el ejemplo francés, en 1792 se crea en Madrid por orden de Carlos IV nuestra primera Escuela de Veterinaria, dependiendo del Ramo de Guerra y con un profesorado formado a base de mariscales del Ejército. La Real Escuela de Veterinaria era un centro típicamente castrense, con organización y disciplina estrictamente militar en la que incluso era obligatorio el uniforme para los alumnos. Se emplazó en los terrenos donde está actualmente la Biblioteca Nacional (situada a dos manzanas de la actual sede del Consejo General de Colegios Veterinarios de España) y su primer director y fundador fue Don Segismundo Malats.

Merece ser destacado que al crearse la Escuela de Veterinaria no se suprimió el Tribunal del Protoalbeiterato, aunque se incorporaron a él profesores de la Escuela, y así hasta principios del siglo XIX conviven albéitares y veterinarios en el ejercicio profesional. En 1835 se incorporó a la Escuela de Madrid el Protoalbeiterato; en 1847 se suprimieron los exámenes de albeitería y desde 1850 ya sólo se extendería el título de veterinario.

Pero como ya se ha indicado, la Veterinaria Española se ha adelantado, desde su inicio, a las corrientes de la época.

La Escuela de Veterinaria se creó en Madrid en 1792 de acuerdo con el patrón francés, eminentemente clínico. Pero las Escuelas españolas (en 1841 pasan a depender de la Dirección General de Estudio) superaron pronto este contenido clínico que había motivado su creación, y sin olvidarlo, abordan ya otros campos de la técnica veterinaria. Es preciso resaltar este hecho, porque el desarrollo histórico de la enseñanza en nuestras escuelas pone de manifiesto su preocupación por muchos aspectos de lo que hoy se considera el contenido integral de la veterinaria moderna y ello, a su vez, ha condicionado muchas de las particularidades que ofrece el ejercicio profesional en España frente al de otros países europeos.

En efecto, si bien la enseñanza en la primitiva Escuela de Veterinaria de Madrid se limitaba exclusivamente a la hipiátrica, pronto (1847) se habla ya de estudiar todos los animales domésticos y no sólo el caballo. Se introducen enseñanzas de física e historia natural y en el Plan de Estudios de 1854 se establecen ya las asignaturas específicas de agricultura y zootécnica, que se amplían en 1857 con la Ley Moyano al derecho veterinario comercial y a la veterinaria legal, como asignaturas diferenciadas, con lo que empieza a marcarse el acento sobre el sustrato económico de la profesión.

De facto el albéitar y su sucesor el veterinario, ya ejercía una importante labor económica al desarrollar su actividad clínica con un consejo constante sobre mejoras raciales y de sistemas de explotación.

Otro avance importante para la orientación de la veterinaria se da en 1912, cuando en el nuevo Plan de Estudios se introducen la bacteriología, parasitología e inspección de carnes y otros alimentos. Pero es sobre todo a partir de la reforma de Gordón Ordás, uno de los hombres a los que más debe la veterinaria española, cuando se producen los cambios más decisivos.

Es entonces cuando, sin abandonar la medicina clínica tradicional, en la que se incluyen los pequeños animales, se amplían las enseñanzas zootécnicas a cada una de las especies domésticas, se incorporan las asignaturas de genética, alimentación y economía rural y se entra decididamente en el campo de la bromatología, de la higiene y tecnología de los alimentos de origen animal, así como sobre los aspectos de la industrialización de los productos ganaderos y de las industrias lácteas y cárnicas.

Toda esta ampliación tuvo antecedentes más remotos con el libro de Ventura de la Puente y Valle, en 1832, Tratado General de Carnes, con su experiencia del matadero de Madrid, y en especial el de Morcillo y Olalla, veterinario de Játiva, que publica la primera Inspección de Alimentos moderna, bastante antes de la obra del alemán Ostertag al que se considera como padre de dicha inspección.

Todo ello tuvo una clara repercusión en el campo del ejercicio profesional, pues dio origen a tres ramas de especialización: la medicina animal, la producción animal y la higiene y tecnología de los alimentos, adelantándose con ello a lo que era común en Europa en ese momento.

De esta suerte, la profesión veterinaria, con el avance de su formación tecnológica, fue modificando y ampliando notablemente su orientación y su campo de actividades y sin perder su importante matiz médico y de defensa de la salud pública, se orientó, además, a la creación de riqueza mediante la conservación,

 

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