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El caso de Extremadura y la introducción de Gambusia holbrooki (Girard, 1859) como agente de control biológico

En España, la malaria o paludismo fue una enfermedad endémica hasta que se declaró oficialmente erradicada en 1964, como consecuencia de una eficiente lucha antipalúdica emprendida desde 1920. Una de las principales líneas del programa antipalúdico español se fundamentó en la instauración de un control biológico mediante peces larvífagos de la especie Gambusia holbrooki Girard, 1859 (Cyprinodontiformes, Poeciliidae). El presente trabajo expone la cronología de las primeras etapas de la introducción de esta especie a través de la comunidad de Extremadura y su papel en la erradicación de la parasitosis, así como repasa las principales implicaciones bioecológicas que supone hoy en día la naturalización de esta especie exótica invasora.
 


Los primeros estudios sobre la malaria o paludismo realizados en España se remontan a finales del siglo XIX. Los pioneros en el análisis de esta parasitosis a nivel nacional fueron el médico escocés Ian MacDonald, con su trabajo acerca del anofelismo en las minas del Río Tinto en Huelva en 18991 y, ya entrados en el siglo XX, los doctores Francisco Huertas y Antonio Mendoza en Cáceres, con estudios detallados acerca de la enfermedad y su profilaxis 2,3. El médico italiano Gustavo Pittaluga se ocupó del problema de la malaria en el Levante español y Madrid, elaborando en 1903 el primer mapa del paludismo en España4. En estos primeros años de investigación, fueron las provincias de Cáceres y Badajoz las que se llevaron el mayor impacto por la enfermedad con 2.947 y 2.747 fallecimientos, respectivamente5. Desde entonces, la comunidad extremeña se convertiría en una región de endemia grave hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX.

En 1920 se estableció, bajo la presidencia de Pittaluga, la Comisión para el Saneamiento de las Comarcas Paludicas y se creó la Estación Experimental de Talayuela, dirigida por el ilustre malariólogo catalán Sadí de Buen Lozano, convertida en 1924 en el Instituto Antipalúdico de Navalmoral de la Mata, en la provincia de Cáceres. Fue en este primer tercio de siglo cuando el territorio español quedó estratificado en tres grandes zonas en función de la incidencia y la severidad de la enfermedad. Según esta clasificación, las provincias de Badajoz, Cáceres, Huelva, Córdoba, Sevilla, Cádiz, Ciudad Real, Jaén, Murcia,

Salamanca y Alicante se encontraban ante una situación de endemia grave, mientras que Álava, Málaga, Toledo, Albacete, Zamora, Palencia y Valladolid presentaban una endemia intensa. En el resto de provincias, la incidencia del paludismo era considerada leve6.

En España, las pérdidas económicas causadas por esta grave endemia humana ascendieron entre 1900 y 1959 a algo más de 308 millones de pesetas, ocupando un capítulo de gastos muy importante el dedicado a medicamentos antipalúdicos7. El último caso de malaria autóctono se registró en 19618, dándose por finalizada la última etapa de la campaña antipalúdica en 1962 y declarándose la enfermedad oficialmente erradicada del país en 1964, pasando a considerarse el territorio nacional en fase de mantenimiento.

Las líneas principales de los programas aplicados en el lapso de tiempo que comprendió desde la creación de la Comisión de la Lucha Antipalúdica hasta la práctica erradicación de la enfermedad fueron las siguientes:

  1. Establecimiento de instituciones que coordinaran y dirigieran las actividades. Éstas fueron la Comisión para el Saneamiento de Comarcas Palúdicas (1920-1924), la Comisión Central de Trabajos Antipalúdicos (1924-1934), el Servicio Técnico de Paludismo (1934-1949) y el Servicio de Epidemiología del Ministerio de la Gobernación (1949-1963).
  2. Tratamiento sistemático de los pacientes con derivados de la quina (quinina, totaquina, quinetum, plasmoquina y atabrina).
  3. Enmiendas del ecosistema para evitar la proliferación de larvas y adultos del artrópodo por medio de drenaje de tierras y desecación de pequeñas charcas, supresión de lugares de asentamiento de mosquitos, plantación de eucaliptos y adición de sustancias como aceite o petróleo, a las superficies de las aguas estancadas.
  4. Aplicación de insecticidas para la eliminación de artrópodos vectores adultos (DDT, 666 y otros biocidas).
  5. Instalación de barreras que impidieran la penetración de mosquitos en las viviendas, como telas metálicas en las ventanas y redes protectoras en las camas, para evitar las picaduras a las personas en los momentos de máxima actividad del vector.
  6. Instauración de un control biológico fundamentado en la promoción del crecimiento de las algas carófitas para competir, por respiración, con las larvas de Anopheles spp. y la promoción de la cría de peces del género Gambusia.

Gambusia holbrooki y su papel en la lucha antipalúdica

Gambusia holbrooki Girard, 1859 (Cyprinodontiformes, Poeciliidae) fue introducida en España en 1921 para la lucha antipalúdica como método de control biológico de las larvas de Anopheles spp. (Diptera, Culicidae)9. Esta especie larvífaga de ciprinodóntido originaria de Norteamérica, cuya distribución natural se circunscribe a la vertiente atlántica desde New Jersey hasta Alabama, ocupa gran variedad de ambientes, como pequeños y grandes ríos, lagos, lagunas, charcas artificiales, embalses, ramblas con escaso caudal e incluso fuentes artificiales10. Es un pez de pequeño tamaño que, en general, no sobrepasa los 50 mm, con una talla máxima de 35 mm para los machos y 80 mm para las hembras11.

La base de su dieta está formada por zooplancton (cladóceros, ostrácodos y copépodos), aunque también consumen insectos, moluscos, nematodos, plantas, algas, rotíferos, diatomeas, detritos e incluso peces más pequeños12.

Su especial querencia hacia las larvas de dípteros, sobre todo las de culícidos, ha sido fundamental en el papel que se le ha otorgado históricamente en el control biológico de estos artrópodos vectores de patógenos.

Estos pequeños ciprínidos fueron importados por el Bureau of Fisheries, el cual los remitió a la Comisión Antipalúdica Española por medio de la Liga de Sociedades de la Cruz Roja.

Estos pequeños ciprínidos fueron importados en primera instancia por e Bureau of Fisheries, el cual los remitió a la Comisión Antipalúdica Española por medio de la Liga de Sociedades de la Cruz Roja, desde donde pasarían más tarde a otros países de la cuenca Mediterránea13. En 1921 el Dr. Massimo Sella, el entonces presidente de la Cruz Roja Internacional, decidió la primera importación de ejemplares de G. holbrooki con destino a España e Italia. Sadí de Buen propuso al Dr. Sella aclimatar estos ejemplares en España antes de su envío a Italia, propuesta que fue aceptada y para lo cual contó con la colaboración de su hermano, Fernando de Buen Lozano, que dirigía el Instituto Oceanográfico de Santander, utilizando para ello los acuarios del citado centro5. Fernando de Buen hizo que esta especie americana conviviese con el fartet o fartonet, un pequeño cipridontiforme de distribución levantina científicamente conocido como Aphanius iberus (Valenciennes, 1846).

Se observó que, pasados unos días, los voraces peces americanos habían terminado con los ejemplares ibéricos, razón por la cual Fernando de Buen llamó la atención sobre el peligro de acomodar la especie G. holbrooki en zonas de riqueza íctica autóctona debido a su manifiesta competitividad y voracidad14.

Las tareas de aclimatización emprendidas en el Instituto Oceanográfico no conseguían que la especie pudieran reproducirse y, ante la posibilidad de la pérdida total de las mismas, en julio de 1921, los últimos doce ejemplares fueron depositados en la Quebrada del Repinar, donde desaguaba el estanque de la Fuente del Roble, en la localidad de Talayuela (Cáceres), lugar donde se aclimataron perfectamente14. En este microclima se multiplicaron con tal facilidad que se establecieron criaderos de Gambusia por toda España, en todas las provincias palúdicas, proporcionándose gratis por las Inspecciones Provinciales de Sanidad, los Dispensarios Antipalúdicos y los Institutos Provinciales de Sanidad5.

El científico italiano Giovan Grassi conoció en 1922 el éxito logrado en España y gestionó con el Gobierno Italiano el transporte de Gambusia a Italia. El Instituto de Pesca Italiano habilitó un crédito de 22.000 liras y en julio de 1922 llegaron a Roma unos trescientos ejemplares procedentes del estanque de la Fuente del Roble para combatir el intenso paludismo de las localidades de la región del Lacio. De allí se extendieron a diversos puntos de Italia, el resto de Europa y Norte de África15.

Plano del criadero establecido en el Instituto Provincial de Sanidad de Badajoz.

En Badajoz, tras el estudio y revisión de la bibliografía específica y la legislación nacional española de los años 1924, 1927, 1935 y 1938, así como los datos registrados por el Servicio Nacional y el Instituto Provincial Antipalúdico de Sanidad en Badajoz, se comprueba que se estableció un modesto criadero construido con paredes de ladrillo en los jardines del Instituto Provincial de Sanidad16. Se organizó también la distribución gratuita de alevines mediante la petición de la Jefatura Provincial de Sanidad a través de los Médicos Directores de los Dispensarios Antipalúdicos o los Secretarios de las Juntas Municipales de Sanidad. En la solicitud se debía incluir datos referentes a las charcas donde se iban a introducir. El personal de los equipos antipalúdicos estaba equipado con bicicletas y motocicletas, garantizando la entrega en menos de 48 horas. Para difundir y dar promoción a esta actividad, la Dirección General de Sanidad del Ministerio de Gobernación editó un folleto titulado "Instrucciones sobre la utilización de los peces llamados Gambusias en la lucha contra el paludismo"17.

La citada publicación describe el procedimiento para ampliar el uso de un dispositivo portátil, una jarra de arcilla o "botijo de barro", capaz de mantener alevines de G. holbrooki con vida durante 24-48 horas para su transporte. Éstos eran proporcionados gratuitamente por el Instituto Provincial de Higiene a las personas interesadas en repoblar sus estanques o canales y así prevenir la difusión de la malaria mediante el control de la proliferación de las larvas en el medio acuático. La gran obra de difusión de juveniles de G. holbrooki mediante botijos de arcilla contribuyó a un importante control de las larvas de anofelinos, una acción pionera de implantación de métodos de lucha biológica contra enfermedades vectoriales en España.

 

La problemática actual de G. holbrooki

Las poblaciones actuales de este ciprínido parecen ser estables, después de su rápida extensión a mediados del siglo pasado. Habita tramos de aguas lentas, con escasa profundidad y abundante vegetación y gracias a su reducido tamaño puede penetrar fácilmente entre estos hidrófitos y depredar las larvas menos accesibles18, soportando además elevadas temperaturas, bajas concentraciones de oxígeno disuelto e inclusive altos niveles de contaminación, gracias a una elevada plasticidad fenotípica19. Favorecidos por las temperaturas relativamente altas de las aguas de nuestras latitudes, una hembra puede producir hasta tres generaciones durante el período reproductor, que va desde abril-mayo hasta septiembre-octubre. Esta especie vivípara se puede encontrar hoy en casi todas las aguas lentas y templado-cálidas de la península ibérica (sobre todo por debajo de los 1.000 msnm), estando ausente únicamente en la mayor parte de la cuenca del Miño y en los ríos que vierten al Cantábrico.

En la actualidad, G. holbrooki se encuentra incluida en la lista de las 100 especies invasoras más dañinas del mundo, elaborada por el Grupo Especialista de Especies Invasoras.

En la actualidad, G. holbrooki se encuentra incluida en la lista de las 100 especies invasoras más dañinas del mundo, elaborada por el Grupo Especialista de Especies Invasoras (ISSG, Invasive Species Specialist Group) de la IUCN20. Además, ha sido incluida por el Grupo Especialista en Invasiones Biológicas entre las 20 especies exóticas de mayor impacto en España21. Su voracidad y adaptabilidad a cuerpos de agua de propiedades altamente variables ha provocado el desplazamiento de especies ciprinodontiformes autóctonas como el A. Iberus o el Valencia hispanica (Valenciennes, 1826), también conocido como samarugo o samaruc, de los cuales se diferencia a nivel morfológico por tener la aleta dorsal muy retrasada, a la altura de la aleta anal, boca súpera y por poseer de 26 a 30 escamas en una línea longitudinal máxima.

 

Consideraciones finales

El de la malaria es un claro caso de enfermedad reemergente, pues se consideraba supuestamente controlada en Europa desde hacía décadas, pero hoy vuelve a constituir una amenaza sanitaria, apareciendo ocasionalmente en proporciones epidémicas. Buena muestra de esta reemergencia es el reciente caso de malaria autóctona acaecido en España en la provincia de Huesca en 201022, tras casi cinco décadas de ausencia de la enfermedad.

Las condiciones que favorecen una transmisión local de la malaria, incluyendo el clima, la proximidad de humanos y poblaciones de vectores competentes, el aumento del número de inmigrantes procedentes de países con malaria endémica y la presencia de grandes extensiones de agricultura de regadío, en especial el cultivo del arroz, están presentes en España. Por tanto, el desarrollo de una acción integral y un plan de respuesta para la enfermedad que cubra todos los aspectos es imprescindible para prevenir la transmisión y controlar la situación si se producen eventos similares futuros.

La vigilancia entomológica es el pilar fundamental sobre el cual se han de basar las actividades de prevención y control de enfermedades transmitidas por artrópodos. Para ello, contar con estrategias basadas en el respeto medioambiental que tiendan a reducir al máximo los tratamientos químicos es hoy una necesidad. Teniendo en cuenta la actual legislación y las ventajas del control biológico, consideramos de gran importancia incidir en estudios sobre la capacidad larvífaga de peces autóctonos para una posterior implementación de un control sostenido de estos culícidos transmisores del paludismo, con tal de no volver a experimentar procesos de invasión y naturalización.

Los esfuerzos humanos por proteger la salud han determinado que se introduzcan especies foráneas en casi todo el mundo. Estas introducciones, que en la gran mayoría de los casos han resultado muy valiosas y han cumplido con creces su cometido, no siempre han sido precedidas de adecuados estudios técnicos, lo que ha causado, entre otros perjuicios, graves perturbaciones en ambientes ecológicos23, como es el caso de la Gambusia en España.

 

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