La veterinaria es una profesión sanitaria y como consecuencia, desde hace más de dos siglos, es eminentemente científica, basada en el estudio y la evidencia. La ciencia es la raíz y la base de la veterinaria actual y lo que nos guía cuando, como veterinarios y veterinarias, ofrecemos nuestro criterio técnico a nuestros clientes.
A los veterinarios nos distingue también otro rasgo esencial: la vocación. Y pese a las escasas expectativas salariales o las muchas dificultades que entraña nuestro trabajo, persistimos en nuestro sueño por nuestro amor por los animales, por el campo y por la naturaleza. Siempre desde la necesidad de construir, con los cuidados y la sanidad, una sociedad mejor.
La veterinaria es, por tanto, una profesión sanitaria peculiar, que conjuga una profunda sensibilidad hacia sus pacientes con la objetividad necesaria para aplicar el enfoque científico y sanitario, gracias a una dedicación constante y a un continuo aprendizaje.
Esto es algo que no toda la sociedad llega a reconocer. Y algunos casos recientes que vienen ocupando espacio en medios de comunicación nos demuestran que aún queda mucho camino por recorrer hasta llegar a ese reconocimiento.
No debe ponerse en duda la actuación de quienes, desde la responsabilidad profesional, el conocimiento técnico y el criterio científico, tienen la obligación de tomar decisiones, en muchas ocasiones difíciles para los propios profesionales que, como bien sabemos, muestran una profunda sensibilidad hacia su trabajo y sus pacientes. Convertir un acto sanitario imprescindible en un juicio moral es una injusticia hacia quienes, con criterio, empatía, y humanidad, no lo olvidemos, actúan siempre buscando tanto el bienestar animal como la salud pública.
Vivimos en un mundo impulsivo, irreflexivo e inmediato, en un mundo de opinión sin contraste y sin rigor, en el que la ciencia choca (en no pocas ocasiones y también en nuestro ámbito) con personas y colectivos que desde la subjetividad y la falta de criterio técnico o científico, se unen para desinformar y desacreditar el trabajo que realizan los profesionales. Estos casos evidencian la facilidad con la que se cuestiona sin fundamento alguno el trabajo de los profesionales de la veterinaria. Algo cada vez desgraciadamente más frecuente.
Los medios de comunicación que amplifican los citados mensajes deberían hacer una seria reflexión sobre su actuación. La opinión pública demanda información contrastada y veraz, no desinformación. Promover el respeto y la confianza en los profesionales de cualquier ámbito cuando trabajan desde la ciencia y el criterio técnico es esencial, especialmente ante casos donde nuestra tarea crucial para la salud pública y el bienestar animal es puesta en duda.
Nuestra misión y nuestra responsabilidad como expertos en nuestras competencias es seguir defendiendo la objetividad, la razón y el rigor científico. Porque, aunque a veces pueda resultar el camino más difícil, como dijo Martin Luther King: La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad; sólo la luz puede hacerlo.
En este camino complejo los veterinarios NO están solos. El Consejo General les ampara, les respalda, y no va a permitir que se les ataque gratuitamente por ejercer su labor con profesionalidad, buen criterio y responsabilidad. La veterinaria es una profesión prestigiosa. Los veterinarios y veterinarias son profesionales formados que ejercen su labor de manera responsable, ética y profesional, velando en todo momento por el bienestar de sus pacientes y la salud pública.
No hace falta, o tal vez sí, recordar que el respeto a la profesión veterinaria es efectivamente una cuestión de bienestar animal y de salud pública. En el fondo, una cuestión de salud y bienestar de todos y para todos, animales y personas.