Los indicadores negativos sobre el ejercicio de nuestra profesión son claramente conocidos y la conducen, sin duda, a una situación compleja y delicada. Por tanto, resulta oportuno realizar una reflexión seria y serena para determinar qué nos está pasando, a modo de diagnóstico objetivo y, a partir de ahí, tratar de buscar soluciones. Me explico: la veterinaria es una profesión vocacional. Muchos soñamos desde niños con ser veterinarios, y cuando llega el momento nos lanzamos a ello casi sin meditar lo que supone. Este apego a lo que representa nuestra profesión, las altas expectativas que tenemos, quizás debería ser una fortaleza, pero lo cierto es que nos hace más vulnerables ante las circunstancias adversas que tiene su desempeño y que muchas veces, antes de sufrirlas, desconocemos.
Los problemas psicológicos, el síndrome burn-out e incluso la alta tasa de suicidios que por desgracia sufren nuestros profesionales, como otros sanitarios, pueden explicarse por varias causas. La primera es que el ejercicio de nuestra profesión está sometido a una creciente e importante presión por parte de los propietarios de los animales, en todos los ámbitos de nuestra profesión.
En el caso de la producción, la necesidad de resultados económicos, junto con una creciente sensibilidad hacia el bienestar animal, nos coloca en una posición, al menos, comprometida. En el caso de los animales de compañía, la mayor sensibilidad de nuestra sociedad hacia los animales, así como su mayor consideración a nivel legal, favorece un alto grado de exigencia hacia el trabajo que desarrollan los veterinarios. Una situación tensa que, en ocasiones, y por desgracia, se traduce en críticas desmedidas, acoso en redes e incluso agresiones físicas.
En segundo término, si el trabajo del veterinario en origen ya no resulta fácil al ser responsable de muchas vidas, tampoco ayuda la presión extra descrita, y menos aún la compleja regulación legal que existe para el ejercicio de la profesión. Porque en muchas circunstancias, como en la prescripción de medicamentos, hace casi inviable el correcto ejercicio profesional sin asumir a cambio una importante responsabilidad ante la administración competente y un desgaste brutal por la carga burocrática. Y trabajar sin un claro respaldo legal, siempre con la duda sobre si podremos ser sancionados o no al realizar correctamente a nivel científico nuestras funciones, genera mucha inquietud.
Ponderar el criterio técnico
El Consejo General, preocupado por esta situación, y en respuesta a las peticiones de nuestros colegiados y a la confianza que han depositado en esta nueva junta ejecutiva, está ya afrontando estas dos primeras cuestiones, y aunque solo llevamos un mes de trabajo, esperamos poder adelantar próximamente alguna medida concreta en este sentido. No podemos evitar que existan presiones por parte de propietarios y administraciones, pero sí podemos intentar que, incluso en esas condiciones difíciles para el ejercicio de nuestra profesión, los veterinarios se sientan amparados y protegidos por la Organización Colegial Veterinaria, la institución que les representa.
Por otro lado, estamos trabajando en una continua labor de interlocución con las distintas administraciones públicas, y de incidencia política para procurar los cambios normativos necesarios con los que obtener una regulación que pondere en primer lugar el criterio técnico de nuestros profesionales, priorice la correcta atención a los animales y la salud pública en base a la evidencia científica, y reduzca la carga burocrática.
La última circunstancia adversa para nuestra profesión es la cruda realidad de las condiciones laborales y salarios. No podemos pedir a externos respeto y reconocimiento cuando nuestro propio sector regula el salario de una profesión tan cualificada como la veterinaria por debajo del salario medio en nuestro país. Tampoco podemos reclamar al Ministerio de Sanidad, por ejemplo, nuestra inclusión en las especialidades del Sistema Nacional de Salud, cuando nuestro convenio colectivo ni siquiera reconoce la existencia de una categoría de veterinario especialista.
Soy consciente de que esta es una tarea que recae exclusivamente en sindicatos y patronal, y así debe ser. Sin embargo, desde el Consejo General queremos trabajar de la mano y no permanecer al margen. Estamos trabajando para que esta situación se solucione y se traduzca en avances reales, reclamando que asuman su responsabilidad con la profesión. Afortunadamente cuento con cierta experiencia en ello, y sé que, entre todos, es posible avanzar.
Efectos positivos
Formé parte de junta del Colegio de Veterinarios de Alicante cuando nuestra entidad impulsó la creación del primer convenio colectivo de nuestra profesión, el de la provincia de Alicante. No era una competencia colegial, pero estábamos preocupados por la situación de nuestra profesión, de nuestros compañeros, y nos pusimos a trabajar en ello. Fue una iniciativa ambiciosa, hecha por veterinarios y para veterinarios. El año pasado, una década después de su publicación, pudimos valorar, gracias a un estudio realizado por la Universidad de Alicante, los efectos muy positivos que tuvo su aplicación para la veterinaria alicantina.
Hoy el convenio de Alicante sigue siendo un referente: un veterinario que dirige una clínica en esta provincia gana, según convenio, 7.600 euros más al año que otro que trabaja fuera, y también existe una categoría profesional de veterinario especialista, que no hay en el convenio nacional, y por la que los compañeros perciben 10.000 euros más que la categoría básica del convenio.
Nos enfrentamos a una realidad muy compleja, con múltiples causas, y las soluciones son diversas, aunque muchas no dependen de nosotros. En estos días, en los que tratamos de encontrar soluciones fuera de nuestro sector, en los que, a través de iniciativas de incidencia pública y legal buscamos obtener cambios en las administraciones, resulta fundamental trabajar también en aquello que sí podemos controlar.
Con esta determinación, desde el Consejo General seguiremos promoviendo iniciativas que fortalezcan y reconozcan la labor de la profesión. Lo haremos desde la colaboración y el diálogo, como recientemente hemos hecho con los sindicatos y esperamos poder trasladarlo pronto a la patronal, convencidos de que los éxitos de la profesión vendrán de la unión. Todo ello con la firmeza de quien no defiende intereses económicos, sino el valor, la integridad, el criterio científico, y la dignidad de todos los veterinarios.